ENTERATE

06.01.2012 16:00

Este es Canelo, un ser excepcional.

Su dueño, enfermo del riñón, estaba en diálisis, y todos los días Canelo le acompañaba y le esperaba a la puerta. Hasta que un día no salió. Canelo se negó a moverse de allí, y allí vivió esperando, a la puerta del hospital, durante nada menos que doce años. El perro Canelo ha sido toda una institución en Cádiz, y Cádiz ha demostrado que sus ciudadanos también saben ser fieles. Quizás no tanto como Canelo, pero casi. Hace justo seis años que Canelo se fue con su dueño, pero nadie le ha olvidado, hasta el punto de que Cádiz le ha dedicado la calle en que vivió.

Canelo era, para su dueño, compañía y aliento, y cuando enfermó y se vio sometido a diálisis diaria, el perro Canelo le acompañaba hasta la puerta del gaditano Hospital Puerta del Mar, alias “La Residencia”. Espérame aquí, chaval; y Canelo esperaba, matando las largas horas de la diálisis a base de pensar en el momento en que se abriría la puerta y Dueño saldría por ella. Pero un mal día Dueño no salió: su vida se enganchó entre tubos y agujas, y hubo de quedarse ingresado.

Durante varias semanas, Canelo esperó y esperó. Las enfermeras amigas le traían noticias del amo, recuerdos y besitos, además de comida. Le prepararon una cama de cartones a cubierto, adivinando que el perro no iba a marcharse. Pero Dueño murió, y Canelo, ay, se negó a entenderlo. Y decidió que allí se quedaba. Y se quedó.

Canelo fue el perro de todos. Nunca le faltó comida, ni agua, ni una mantita en invierno, ni las caricias que no podía ya prodigarle el amo, ni una palabra de aliento. Canelo era un perro sano, vacunado y con todos los papeles en regla. Y durante doce años, vagabundeó por los alrededores del hospital haciendo de su callejón su reino, a la espera siempre, con la seguridad absoluta de que su dueño no le había abandonado. Doce años, hasta el mal día en que se dejó el pellejo debajo de las ruedas de un coche, o, quién sabe, pensó “mucho está tardando este, me voy a ver si lo encuentro”.

Cádiz rinde así homenaje a este perro valiente y leal y le ha dedicado el callejón en que pasó su vida. Por lo menos, que nadie olvide que la lealtad y la fidelidad existen.

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